A la memoria de mi padre: José Berni Gómez q.e.p.d. El inició esta colección |
COLECCIONISTA DE VITOLAS DE PUROS Juan Alberto Berni González A.V.E. 1415 |
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LOS GRANDES TABAQUEROS DE MÉXICO |
Parece demostrado documentalmente la
existencia desde finales del siglo XVI de un cierto mercado tabacalero, con
intermediarios entre productores y consumidores, que canalizaban la demanda de consumo poniendo la mercancía al alcance de los últimos. En este
Virreinato de Nueva España, Veracruz era la principal zona productora, al tiempo que la Ciudad de México funcionaba como centro distribuidor para el resto del territorio.
En la primera mitad del siglo XVII el cultivo de tabaco en México se producía de forma intensiva en las siguientes zonas: Compostela, Guatemala, Oaxaca, Yucatán y Veracruz.
El consumo de tabaco en México fue creciendo con fuerza y con ello se multiplicó su su cultivo. En la ciudad de México en 1770, antes de que el monopolio invadiera la producción de cigarros, había 327 establecimientos que emplearon a más de 7.000 cigarreros. El virreinato novohispano era sin duda la colonia mas rica y próspera de todas las posesiones americanas, siendo el tabaco, después de la explotación
minera, la mayor fuente de riqueza de su economía.
Hacia 1746, el mejor tabaco mexicano se producía en dos zonas muy diferentes: Veracruz, situada en el golfo de México y en Tepic, situada en el extremo opuesto (en el Pacífico). Finalmente se impondría el tabaco de la zona denominada Las Villas (Orizaba y Córdoba) actualmente dentro del estado de Veracruz, por su gran calidad y su cercanía a la ciudad de México. La villa de Orizaba despachaba en aquellos años unas 600.000 libras anuales de tabaco en rama hacia México, Puebla y otras ciudades de interior. En 1748 producía la tercera parte de todo el tabaco que se consumía en todo el virreinato y daba empleo a unos 10.000 agricultores solo en la región de las villas. Entre 1765 y 1804, la producción de hoja de tabaco en Orizaba pasó de 1.000.000 a 3.000.000 de libras. (*6)
José de Gálvez y Gallardo (*5) |
el monopolio del tabaco en mÉxico
Pronto la monarquía española ve en todo ello una importante fuente de ingresos extra al fisco para subsanar su déficit económico, por lo que el 13 de agosto de 1764, mediante una real cédula, la administración borbónica del monarca Carlos III, como parte de su plan reformista de modernizar las estructuras económicas del imperio, decide establecer el Monopolio
del Tabaco en México, creando el Estanco del Tabaco e instaurando la Real Renta del Tabaco para su explotación y control. Pensemos que en Cuba ya funcionaba el estanco desde el 11 de abril de 1717 por una Real Cédula mediante la cual se disponía que todo el tabaco producido en Cuba fuera comprado por cuenta de la Real Hacienda para el abastecimiento de la fábrica de Sevilla. El menor peso económico del tabaco en México condicionó allí el retraso de dicha medida.
La política del Estanco y su instrumentación se basó en el funcionamiento de la Real Renta del Tabaco, que estuvo desde un principio pilotada por el visitador general José de Gálvez. Con plenos poderes otorgados por el monarca español Carlos III para el virreinato novohispano, Gálvez fue el artífice de las reformas borbónicas. Expulsó a los jesuitas, destituyó al virrey Cruilles, creó un ejército regular, fomentó el poblamiento de diversas zonas de México como Sonora, California, etc y llevó a buen término una importante reorganización administrativa y fiscal mediante la cual en la segunda mitad del siglo XVII se logró triplicar los ingresos coloniales de la Nueva España para la monarquía española, conviéndose en la segunda fuente de ingresos para la Corona, superada sólo por la península.
A diferencia del el estanco del tabaco en Cuba, que estuvo siempre enfocado a proveer de tabaco a la metrópoli, en el caso de Nueva España la estrategia pasó por enfocar el monopolio a la obtención de beneficios exclusivamente por la vía del abastecimiento del mercado interior, siendo esa la razón por la cual fue el único virreinato donde se construyeron fábricas para la elaboración de cigarros. Para posibilitar todo ello, se creó una burocracia altamente especializada,
así como cuerpos armados para imponer prohibiciones. Su plan consistió en las siguientes medidas:
Prohibición de la siembra .- Desde 1764, en una primera fase temprana, se prohíbe la siembra de la planta en todo el territorio de Nueva España, permitiéndola bajo estricta supervisión, únicamente en las zonas de Orizaba, Córdoba, Teuxitlan (Puebla) y Zongolica (estado de Veracruz) , por lo que se imponen las condiciones para su siembra y se fijan también los precios finales para la hoja de tabaco. Los fabricantes de puros y cigarros solo podían comprar la materia prima en la Renta del Tabaco a precio fijo, pero en esta etapa (1764-1769) podrían al menos elaborarlo y venderlo libremente.
Prohibición de la elaboración y venta libre .- El monopolio del tabaco, se sustentaba principalmente en el comercio del tabaco en rama, pero a partir de 1769, en una segunda fase, La Real Renta amplia el monopolio a la manufactura de puros y cigarros y al proceso de comercialización, prohibiendose por tanto la elaboración y venta de todos los productos derivados del tabaco. A partir de ese momento los tabaqueros que quisieran seguir trabajando en el ramo, tendrían que hacerlo en calidad de empleados de la Real Renta de Tabaco mexicana. Esta decisión se toma con el fin de apropiarse de una ganancia adicional, fijada en la tercera parte del total producido por este ramo. Para ello redefinió las formas de producción, primero concentrando en unos pocos locales a toda la población ocupada anteriormente en las cigarrerías y posteriormente mediante una serie de cambios organizativos para mejorar la producción, pero sin disminuir significativamente el número de operarios de las fábricas.
Real Fábrica de Tabacos de la Ciudadela en la Ciudad de México. |
Nuevas fábricas .- Como parte de esta política, se crearon seis grandes fábricas de puros y cigarrillos en sendas ciudades
importantes del país: México, Puebla, Querétario, Guadalajara, Oaxaca y Orizaba, intentándose la creación de una fábrica más en la ciudad de Valladoliz, que finalmente no pudo llevarse a buen fin.
De todas ellas, la más importante fue la fábrica de la ciudad de México , pues producía aproximadamente el 66 % de las necesidades de consumo del país y concentraba el 58,8% del total de trabajadores de
las fábricas en todo México (7.074 de los 12.013 totales).
En 1807 se inauguró el nuevo edificio de la Real fábrica de Tabacos de la Ciudadela mexicana, un hermoso edificio de estilo neoclásico de 28.000 metros cuadrados comenzado en 1793, aunque llevaba produciendo desde 1769.
El trabajo en todas estas fábricas era 100% manual con una maquinización prácticamente nula, de ahí el elevado número de trabajadores que requería.
Su creación significó un apoyo
fundamental al monopolio, ya que cerraba el proceso económico del
tabaco, fortaleciendo su control.
Las localidades
escogidas aseguraban la disponibilidad de
una cuantiosa mano de obra con una vasta experiencia
en la elaboración de puros y cigarros; de esta
forma, la Renta garantizaba el comercio de los
productos de cada fábrica en su propia región,
evitando la competencia por los
mercados entre las distintas fábricas.
Se fijaron los salarios de los trabajadores en toda la escala productiva, así como el
valor de las materias primas y el precio de venta de los productos.
Los procesos continuaron siendo eminentemente manuales hasta 1846 que fue cuando se tomaron
las medidas necesarias para aplicar máquinas a algunas fase del proceso tabaquero.
Los puros y cigarrillos producidos en las fábricas se venderían
exclusivamente en establecimientos pertenecientes a la renta del tabaco, por lo que se cierran talleres de producción artesanal y estancos de venta de tabacos.
A fines del siglo XVIII la empresa tabacalera representaba para la corona española un importante negocio comercial y manufacturero. En las zonas donde se autorizó el cultivo de tabaco empezaron a ver correr el dinero con la correspondiente consolidación de grandes fortunas.
La ciudad de Orizaba en una litografía del siglo XVIII. (*9) |
ORIZABA. LA CIUDAD DEL TABACO
Cruce de caminos durante siglos, la ciudad de Orizaba está situada estratégicamente entre la ciudad de México y Veracruz, en un fértil valle regado por los ríos Blanco y Orizaba entre otros y rodeada de imponentes montañas. Desde principios del siglo XVII la ciudad funcionaba como cabeza de una importante jurisdicción que había ido anexionando a su territorio la mayoría de las tierras circundantes. Unas pocas familias, con títulos nobiliarios otorgados por el rey, habían logrado hacerse con grandes latifundios que llegaron a determinar a largo plazo algunas de las características importantes en la forma de explotación del suelo agrícola y a conformar élites urbanas muy poderosas hasta bien entrado el siglo XIX.
Como ejemplo de esas élites tenemos los mayorazgos de los Condes del Valle de Orizaba, iniciado con Rodrigo de Vivero y Aberruza, hijo de encomenderos que habían acumulado fincas desde Puebla hasta la planicie costera veracruzana que basaba su fortuna en la inmensa posesión de tierras, aunque bastante mal administradas.
Otro ejemplo es los Marqueses del Valle de la Colina, que se adaptaron a los tiempos de modernidad que corrían en la segunda mitad del siglo XVIII, adoptando nuevas formas de trabajo eficientes para la producción agrícola en sus extensos territorios. Desde el principio, Diego Madrazo Escalera Rueda de Velasco, primer marqués de la Colina, y después todos los sucesores, extendieron su red de intereses económicos en Orizaba hasta convertirse en fuerzas vivas de la ciudad desde finales del siglo XVIII.
Los cosecheros no solían ser casi nunca terratenientes, sino meros intermediarios entre los rancheros y los nobles latifundistas propietarios de los terrenos. Los agricultores solamente eran fuerzas brutas de trabajo cuyo beneficio iba a parar a los a los arrendatarios del terreno y a los cosecheros, siendo estos últimos. Eran ellos los que financiaban a los rancheros y labradores que desempeñaban las labores más duras del proceso agrícola en contacto directo con la tierra.
Pero su riqueza la traería el tabaco.
La planta solanácea había ido desplazando poco a poco al cultivo de la caña de azúcar. Desde el inicio del siglo XVIII Orizaba ya se perfilaba como una ciudad tabaquera de importancia. Como consecuencia de la implantación del monopolio del tabaco en 1764, su situación quedaba favorecida por ser una de las cuatro zonas autorizadas a plantar y cosechar planta de tabaco. Esto fue el gran salto que propició la vertiginosa prosperidad de esta ciudad y el origen de la consolidación de grandes fortunas, aunque con estructuras bastante arcaicas.
También se construyó en Orizaba una de las seis fábricas de tabaco que centralizaban la producción administrada por la Real Renta. En 1774 le fue expedida la cédula real por la que se concedía a Orizaba el anhelado título de villa.
El tabaco se había convertido en el principal motor del crecimiento económico y la prosperidad orizabeñas durante la segunda mitad del siglo XVIII. Mas adelante, durante la guerra de independencia mexicana, Orizaba adquirió una importancia fundamental por las cuantiosas cantidades de tabaco que guardaba. Atraído por su riqueza, el cabecilla de los Insurgentes en el sur, José María Morelos y Pavón, la ocupó en 1812 y en su corta estancia requisó todo el tabaco que pudo, vendió buena parte de él y quemó el resto.
la independencia de mÉxico
La guerra por la independencia mexicana cubre el periodo que comprende desde el 16 de septiembre de 1810, fecha en la que se produce el acontecimiento conocido como el Grito de Dolores, hasta la entrada del ejército liderado por Agustín de Iturbide en la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821 y la firma de los Tratados de Córdoba el 24 de Agosto del mismo año por el que España reconocía la soberanía de México. Durante este periodo de luchas, el monopolio del tabaco se degrada debido a la inseguridad de los caminos y a los continuos robos y asaltos a las oficinas administrativas de la Real Renta, dado que en ellas siempre había dinero en efectivo. La situación se llega a hacer insostenible y cierran varias fábricas de tabaco, entre ellas las de Querétaro y Guadalajara. El Monopolio del tabaco implantado por el gobierno español durante tantos años parece abocado a terminar con él.
Una vez finalizada la contienda en 1821, las luchas por el control del monopolio se convirtieron en una fuente de conflictos políticos constantes durante buena parte del siglo XIX. Se intenta en varias ocasiones su supresión, pero en ningún momento se llega a estabilizar la situación por distintos motivos: la necesidad de fuentes de ingresos por parte de la nueva república mexicana, las tensiones y conflictos entre cosecheros, empresarios privados y burócratas y sobre todo la desacertada gestión de sus gobernantes, que hasta 1856 intentaron sin éxito administrar la Renta del Tabaco mediante lo que podríamos llamar la Renta Pública del Tabaco.
Apremiado por sus constantes gastos e incapaz de hacer funcionar la Renta del Tabaco con un mínimo de eficacia, decide arrendarla a poderosos grupos privados que le inyectaran, al menos en un primer momento, un capital para poder hacer frente a las necesidades más imperiosas.
El primer arrendamiento se produjo en 1830 a una compañía formada por P.Wilson y Antonio Garay, que duró escasamente tres años.
En 1837, la situación lejos de mejorar llegó a ser tan mala que el gobierno nacional, en un intento por estabilizar la situación, tomó las riendas del asunto y decide volver a estancar el tabaco, limitando el cultivo a las villas veracruzanas, aunque esta sospechosa operación solo beneficiaba al gobierno con el el consiguiente malestar de productores, cosecheros y agricultores.
Solo se consiguió reducir la producción y empeorar la situación económica que se sufría especialmente en Orizaba y el resto de ciudades tabaqueras y aumentar exponencialmente el contrabando. El gobierno intentaba castigar al contrabando quemando cultivos, lo que provocaba continuas revueltas y levantamientos contra el gobierno, llegando a dilapidar lo que había sido una fuente importante de riqueza.
Óleo con retrato del General
Santa Anna, expuesto en el Museo de la Ciudad de México. (wikimedia) |
En 1839 se formaliza un segundo contrato de arrendamiento esta vez monopolizado por grupos de intereses: militares, políticos y empresariales (cosecheros).
En 1842 el militar recien llegado al poder Antonio López de Santa Anna cancela el contrato de 1839 y asume el control directo de la Renta del Tabaco.
En este periodo se vuelve a unas prácticas similares a las que se ejercían en tiempos de la Renta del Tabaco de la Corona Española con la diferencia que los españoles basaban su gestión y control en un poderoso núcleo de cosecheros bajo la tutela de la administración española. Ahora en México aparecen de nuevo las mismas familias de esos cosecheros orizabeños, los Escandón, Amor, Bringas, etc..., de militares cercanos al presidente como el hermano del ministro del ejército José Julián Tornel, o políticos como el diputado orizabeño José Bernando Couto, que ejercía de abogado a favor de las empresas contratistas de cosecheros.
El monopolio quedó reestablecido al antiguo estilo colonial: Estanco del tabaco, factorías, administraciones, fielatos y un gran número de burócratas e intermediarios. Los cosecheros volverían a plantar tabaco con las ventas aseguradas, aún sin tener garantizadas las condiciones del mercado, prohibiéndose las importaciones.
El gremio de cosecheros recuperó sus privilegios, que sin embargo no durarían demasiado tiempo, debido entre otras cosas a la inestabilidad política y a la invasión norteamericana de 1846.
Antonio López de Santa Anna es derrocado en 1844 pero hasta el 1848 la política de estancamiento de tabaco siguió imperando en México.
Entre 1846 y 1848 se produce la intervención norteamericana, que acaba con el reconocimiento de la independencia de la República de Texas y cesión delos territorios de la Alta California y Nuevo México a los Estados Unidos, fijando la frontera en el río Bravo y una compensación por daños de 15 millones de dólares.
Durante dicho conflicto el tabaco circuló libremente en todo México, produciéndose una inundación de tabaco de Virginia en el mercado interno mexicano, con un grave perjuicio económico para la nación.
En 1848 aparece por primera vez capital extranjero en el jugoso mercado del tabaco mexicano, en este caso inglés, pues el estado arrienda el Estanco por cuatro años a una compañía formada por la casa Manning Mackintosch, Miguel Bringas y Manuel Escandón. Pocos años mas tarde todo era descontento, siendo un clamor las voces que pedían el fin del monopolio público arrendado y acusaban al gobierno de llevar a la destrucción total a uno de los cultivos más prometedores de México.
fin definitivo del monopolio de tabaco
Como consecuencia de las reformas liberales materializadas en la Ley Juárez de 1855 y la Ley Lerdo de 1856, que generó dos alzamientos militares
en Puebla, sofocados con éxito por la administración del presidente Comonfort, en 1856 se liberaliza definitivamente tanto la siembra como la manufactura del tabaco. Atrás quedaban los monopolios colonial y nacional del tabaco, y triunfaba la libre competencia, aunque con matices.
Los mayorazgos que acaparaban la tierra en las regiones tabaqueras como Orizaba se habían desintegrado paulatinamente y simultáneamente surge por primera vez la posibilidad para el trabajador de la tierra de convertirse en propietario de su propio terreno, mediante la compra de una pequeña hacienda o un rancho.
Proliferan multitud de ranchos propiedad de pequeños rancheros, la mayoría de ellos sujetos a préstamos hipotecarios totales o parciales con el fin de conseguir financiación para las cosechas. En Cuba, como se puede constatar leyendo la vida de los grandes tabaqueros cubanos, este tipo de contratos fue el origen de enriquecimiento de innumerables hacendados y terratenientes, la mayoría de ellos españoles.
Óleo con el retrato del Ministro de Hacienda mexicano Miguel Lerdo de Tejada. (wikimedia) |
Pero aunque el final del monopolio ya era una realidad sin retorno, también era no menos cierto que los cosecheros, sin ser terratenientes, seguían siendo gente muy poderosa, ya que formaban parte intrínseca de grupos de poder con influencia en la toma de decisiones políticas. Como en el siglo XVIII, los cosecheros seguían conservando jugosos negocios tabaqueros basados en su sólida situación económica, social y política.
Apellidos tales como Argüelles, Bringas, Cano, De la Fuente, De la Llave, Iturriaga, López, Madrazo, Pesado, Vivanco y Sota eran lo que diríamos hoy “el mismo perro pero con diferente collar”, pues muchos de ellos que ya aparecían en documentos del siglo anterior, siguen ahora figurando entre los que más tercios de la hoja entregaban a la Administración de Tabacos. También se los encontrará frecuentemente relacionados con los “asuntos significativos” de la ciudad.
No hay duda de que durante el XIX la élite de cosecheros, enriquecida con el tabaco desde el último tercio del siglo XVIII, siguió ejerciendo su hegemonía como oligarquía urbana. Esa élite que, dueña o no de la tierra, financiaba el negocio tabaquero a los rancheros, quienes a su vez alquilaban tierras, contrataban a los campesinos y cuidaban el proceso de cultivo, cosecha y secado de la planta, fue la que consiguió situar la comarca de Veracruz a la cabeza de la industria tabaquera y guió en buena medida los destinos de la ciudad de Orizaba.
Hasta el final del monopolio del tabaco en 1856, el cultivo de tabaco se redujo a las zonas aledañas a Orizaba, pero a partir de entonces se extiende sin parar, primero hacia el sur, San Andrés y Acayucan y mas tarde, ya en la década de los 90, como veremos más adelante en profundidad, hacia la Serranía de Oaxaca y el Valle Nacional.
el verdadero despegue de la industria tabaquera mexicana
Si bien en México se fabricaban puros desde el siglo XVIII, siempre se hizo de manera artesanal y con un mínimo aprovechamiento del potencial de su excelente tabaco. Las características de su suelo, clima y situación geográfica lo hacen muy similar al cubano. Por otra parte, las emigraciones de Cuba a México han sido una constante en la historia de las relaciones entre ambos países, pero en la segunda mitad del siglo XIX este hecho se incrementaría debido, entre otras causas, a los conflictos y revueltas sociales, tensiones políticas (1868 Guerra de los diez años) y finalmente a partir de 1895 la guerra que condujo a la independencia cubana en 1898. Así hablaremos de dos oleadas de migraciones de tabaqueros cubanos a México: la primera en el transcurso de la guerra de los 10 años (1868-1878) y la segunda durante la Guerra de Independencia Cubana en los últimos años del siglo XIX.
Las desafortunadas circunstancias que obligaron al exilio a los tabaqueros cubanos ocasionaron una
verdadera diáspora cuyo principal destino fue Key West (Cayo Hueso) en la península de Florida al sureste de los Estados Unidos de América. Veracruz también recibió un nutrido grupo de tabaqueros procedentes de la Isla Caribeña aunque mucho menor.
Fueron, por tanto, inmigrantes cubanos quienes propiciaron en México el giro sustancial que cambiaría el rumbo de su incipiente industria tabaquera hacia un nuevo modelo.
México tuvo la gran suerte de acoger en la segunda mitad del siglo XIX a una pequeña pero selecta élite de empresarios hispano-cubanos con una gran visión de negocio y unos conocimientos profundos de la industria manufacturera del tabaco.
Introdujeron en una nueva cultura empresarial, técnicas depuradas de cultivo y elaboración de tabaco ya utilizadas profusamente en Cuba durante mucho tiempo, que eran imprescindibles para fabricar productos de calidad. Además de la necesaria inyección de capital, aportaron a la industria mexicana su conocimiento, orgullo, ideología e imaginario propios.
Pronto, la presencia de estos expertos tabaqueros cubanos, hizo posible la aparición de una nueva cultura en la fabricación de cigarros, elevando el nivel de calidad y presentación de sus productos elaborados, logrando un considerable aumento de la producción destinada a la exportación, en estrecha competencia con las mejores y mas prestigiosas marcas de tabacos cubanos. Si bien sería Veracruz el principal beneficiario de este flujo de inmigrantes, no faltaron
cubanos que llegaron a Puebla y otras localidades para montar allí sus fábricas.
Históricamente el estado de Veracruz siempre había sido la zona tabaquera de mayor importancia, con la comarca de Orizaba a la cabeza del desarrollo y prosperidad de toda la región desde mediados del siglo XVIII y a lo largo de todo el XIX, basado en el cultivo y manufactura del tabaco, así como receptora de la inmigración como mano de obra.
Pero el tabaco mexicano, en especial el veracruzano, se fue prestigiando poco a poco de modo que al inicio de la década de 1890 ya se le apreciaba como un buen tabaco en los principales mercados del mundo, aunque no llenaba algunos requisitos de calidad. Se confiaba en mejorar su cultivo y manufactura y dado los bajos costes de producción y su aceptación en Europa poder competir ventajosamente con los tabacos cubanos y con los recién aparecidos procedentes de Sumatra y Borneo. El punto fuerte de los tabacos mexicanos se basaba en competir en los cigarros de calidad media cuyos precios eran inferiores a los cubanos debido sobre todo a la sobreexplotación de la fuerza de trabajo juntamente con el conocimiento técnico de los tabaqueros cubanos y españoles (canarios sobre todo) que habían emigrado a la región de Veracruz procedentes de Cuba.
Por todo ello, las necesidades de producción aumentan y Veracruz no puede hacer frente a la gran demanda de producción de hoja de tabaco pues tiene limitado su territorio de cultivo a zonas relativamente pequeñas. En el último cuarto de siglo XIX el cultivo de tabaco veracruzano se extiende sin parar, primero hacia el sur, San Andrés Tuxtla y Acayucan y mas tarde ya en la década de los 90 hacia la serranía de Oaxaca y sobre todo El Valle Nacional.
La etapa porfirista.
Esta etapa abarca desde el 15 de mayo de 1877, con el ascenso al poder del general Porfirio Díaz hasta el 23 de mayo de 1911, fecha en que se produce su renuncia y el compromiso de su salida del país. El dicha etapa se produjo una gran expansión industrial debido en gran medida al fomento de la inversión de capitales extranjeros mediante ayudas y grandes
facilidades al establecimiento de nuevas empresas. Para que ese crecimiento
industrial pudiera ser viable, Díaz ofreció garantías y seguridad a los extranjeros
interesados en invertir en el país, así como mejorar las vías de comunicación en todo
el territorio nacional; se crearon importantes redes ferroviarias y se abordó la
modernización de los medios de transporte.
Visto desde una perspectiva histórica, y sin ocultar muchas sombras sobre la figura del dictador, no se puede negar que fue un periodo de paz, de gran florecimiento de la cultura, restablecimiento del crédito internacional y de la autoestima del pueblo mexicano.
Dicho periodo caracterizó por una modernización de todas las fases de cultivo y elaboración de los tabacos (puros y cigarrillos), incluyendo una progresiva mecanización de los procesos y una sobreexplotación del trabajo agrícola en las plantaciones tabaqueras, con una considerable mejora de la calidad y reducción sustancial de los costes de elaboración. Paulatinamente se va perdiendo cuota de mercado en el cigarro puro y se va ganando en el cigarrillo, como iba a ser la tónica generalizada de la demanda en los países consumidores. Las cifras hablan solas: si en 1899 México contaba con 760 fábricas de puros y cigarrillos, en 1910-1911 solo quedaban 350.
Un buen ejemplo del cambio productivo sería, en 1894, la transformación de la famosa fábrica El Buen Tono, de Ernesto Pugibet, para convertirla en poco tiempo en la empresa cigarrera más grande y poderosa del país. En 1910 dicha empresa ya era accionista mayoritaria de otras dos grandes sociedades, la Cigarrera Mexicana y la Tabacalera Mexicana. En este proceso de apropiación, un elemento fundamental fue la introducción de maquinaria automática, realizada masivamente por Pugibet a partir de 1902, permitiendo a El Buen Tono ese mismo año producir masivamente sus famosos cigarrillos sin pegamento, cuya producción alcanzó la cifra record de casi 167 millones de cajetillas, gracias a 190 máquinas Decouflé de tecnología francesa trabajando a pleno rendimiento.
El Valle Nacional (Oaxaca).
A partir de la década de 1870 se comienza a analizar seriamente la posibilidad de plantación en otras zonas. Un claro ejemplo de ello el informe detallado fechado el 26 de marzo de 1885 (*1) donde se pone de manifiesto la idoneidad para el cultivo de la planta de tabaco de las tierras del Valle de Santa Rosa y de El Valle Nacional, ambos en el estado de Oaxaca. De este interesante informe, destaco por su importancia histórica, algunos párrafos en donde se cita al famoso tabaquero D. Ramón Balsa como pionero en el cultivo de tabaco en esta zona:
« Al Sur del Estado de Veracruz, y al Este del de Oaxaca, es en donde deben buscarse los verdaderos terrenos para el tabaco mexicano. Desde hace medio siglo las vegas de San Andrés Tuxtla y de Acayucan son las más afamadas de la República. El suelo allí es semejante al de la Vuelta Abajo, y ha producido por largo tiempo el tabaco, al que sólo falta para igualar al habano, cuidados en su cultivo y preparación. »
El puente de Jacatepec, en el Valle Nacional (Oaxaca). |
« D. Ramón Balsa, fue el introductor del cultivo del tabaco en esta región. El Sr. Balsa vino de España a Cuba siendo muy joven, y luego pasó a San Andrés Tuxtla, en donde trabajó como clasificador de tabacos.
Posteriormente, y ayudado por un tío rico, instaló en Veracruz una fábrica de tabacos titulada La Prueba.
Recorriendo la Sierra de Oaxaca con el objeto de comprar algunos tercios de tabaco a los indios, reconoció la belleza, elasticidad y aroma de las hojas del tabaco indígena que los habitantes de Ojitlan y el Valle Nacional sembraban entre las milpas de maíz y de algodón. Cerca de la aldea del Valle Nacional adquirió después terrenos e hizo los primeros ensayos de cultivo.
Hoy sus tabacos son muy apreciados, y los puros de La Prueba, cuyas capas vienen del Valle Nacional, están en boga en México.
El año pasado vendió el Sr. Balsa sus capas primeras (la cuarta parte, poco más o menos, de su cosecha) al precio de 20 francos ($ 4) el kilogramo. Verdad es que alcanzó esta cifra, gracias a cierta práctica ingeniosa; pero si el tabaco del Valle Nacional no hubiese igualado por lo menos a los mejores tabacos, nadie lo hubiese pagado tan caro, a pesar del artificio.
Del resto de la cosecha, capas segundas y tripas, una parte vendió en Hamburgo a 18 m. la arroba (6,30 francos el kilo), y lo demás lo destinó a la fábrica de La Prueba. »
« Los tabacos del Valle Nacional de 1884, han alcanzado, por consiguiente, un precio medio de 9,70 francos el kilo, precio más elevado que el de los buenos tabacos de Vuelta Abajo; y como los gastos de primera instalación y de explotación (compra o venta del terreno, contribuciones, contratos, mano de obra, etc.) son menores en esta parte de México que en Cuba, como se verá después, lo mismo que los de trasporte son aquí menores que en Vuelta Abajo, las utilidades realizadas por el Sr. Balsa deben ser considerables. »
Las zonas de cultivo de tabaco mexicano de mayor calidad en este periodo de esplendor 1877-1910 fueron: Orizaba, el Valle Nacional (Oaxaca), Álamo, San Andrés Tuxtla, Veracruz, Jalisco, Nayarit y Colima. (ver mapa). Hacia 1880, el estado de Veracruz producía las 2/3 partes de la cosecha nacional, siguíendole Colima con 1/6; el resto provenía de Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Tabasco.
Pero la zona más relevante y de mayor crecimiento fue, sin duda, la región conocida como el Valle Real, que en el México independiente, se cambió su nombre a Valle Nacional. Tanto fue así que para 1898 , Oaxaca era ya
el primer productor de tabaco de todo México con 3.195 toneladas, producidas principalmente en Ojitlan, Tuxtepec
y Valle Nacional, seguido de Veracruz con 1.786 toneladas. (*13)
Está ubicada cerca de la ciudad de Oaxaca, en una cañada de una anchura entre 3 y 10 Km. rodeada de grandes y escarpadas montañas al norte de dicho estado de Veracruz y a orillas del río Valle Nacional, uno de los principales tributarios del río Santo Domingo que, unido a él, conforma el cauce principal de Papaloapan, cerca de Tuxtepec. Este río constituía la única vía de comunicación natural con el valle y única vía de salida de la materia prima con destino a su elaboración y comercialización a los distintos mercados.
Ferrocarril México a su paso por Orizaba.
El Ferrocarril Mexicano 1877. (*8) |
Fue en las últimas décadas del siglo XIX, conocidas como la época del Porfiriato, cuando en el Valle Nacional se vivió un periodo de gran prosperidad económica, ayudado por la construcción del ferrocarril Veracruz-México vía Orizaba inaugurado el 1 de enero de 1873 por el presidente mexicano Sebastián Lerdo de Tejada.
Muchos inmigrantes de todas las nacionalidades, sobre todo cubanos y canarios, se interesaron por esta región tropical, inhóspita y aislada del sur mexicano. El Valle Nacional se pobló rápidamente de trabajadores atraídos por tierras baratas, pagaderas a plazos largos con el tercio de las cosechas y la venta del otro tercio al propietario del terreno a un precio convenido. Este periodo de tiempo de cultivo intensivo de tabaco en esta zona fue conocido a nivel nacional como la "Época de la Contrata de Valle Nacional" llegando a ser una la región tabaquera más conocida de México
La producción se obtenía en unas treinta grandes haciendas, casi todas propiedad de españoles. Una de estas grandes propiedades perteneció a la marca Balsa Hnos. cuya finca abarcaba grandes terrenos en dicho valle del río del mismo nombre, pertenecientes a los municipios de Yetla, Valle Nacional, Jacatepec y Chiltepec, todos en el distrito de Tuxtepec (Oaxaca).
Se cita textualmente:
«Las haciendas son en general grandes y tan solo hay unas treinta en todo el Distrito. De éstas, doce son de Balsa Hermanos, propietarios de una gran fábrica de puros en Veracruz y otra en Oaxaca». (*8)
Debido a la importante producción de tabaco en esta zona, la producción de tabaco mexicano ascendió notablemente con hoja de gran calidad que podía ya competir en calidad y sobre todo en precio con el prestigioso tabaco cubano. Pese a que diversos países europeos lograron, al finalizar el siglo, abastecerse de tabaco producido en sus propios países o en sus colonias, caso de Holanda que dejó de comprar tabaco mexicano en la medida que intensificaba su producción en Indonesia, se intensifica la venta a otros como Bélgica, Alemania, Inglaterra y Francia.
Como se ve en el gráfico de la derecha, la exportación aumenta de forma constante hasta 1898-1899, año en que comienza una caída con altibajos para definitivamente caer en picado a partir de 1909, que coincide con los prolegómenos de la revolución mexicana 1910-1917. El tabaco para la manufactura de cigarros puros tiene una evolución similar con un máximo de 400 toneladas en 1999 para caer hasta 110 toneladas en 1911. (*10)
John Keneth Turner relata en su libro (*4) la vida tan dura de los trabajadores en estas grandes plantaciones de tabaco mexicanas y en concreto en el Valle Nacional. La causa de estas condiciones tan extremas era principalemente geográfica. Según él, era una honda cañada de tres a diez kilómetros de anchura, enclavada entre montañas casi inaccesibles, en el más extremo rincón al noroeste del Estado de Oaxaca. Su entrada se encontraba a ocho kilómetros aguas arriba del río Papaloapan, partiendo de El Hule, que era la estación ferroviaria más próxima, y por este lugar debía pasar forzosamente todo ser humano que quisiera entrar o salir del Valle, no había por tanto ninguna otra ruta practicable para acceder a él. La única vía de acceso era el río Papaolán y un intrincado camino de herradura.
Las montañas tropicales que lo rodeaban estaban cubiertas por una impenetrable vegetación plagada de animales salvajes. Una vez allí, el valle propiamente dicho es plano y surcado por el río Papaloapan. Entre El Hule y la entrada al valle había cuatro pueblos: Tuxtepec, Chiltepec, Jacatepec y Valle Nacional, todos situados a orillas del río, y todos ellos provistos de policías para cazar a los esclavos que se atreviesen a escapar.
Atraídos mediante engaños de todo tipo, los trabajadores vivían como esclavos en medio de una inhóspita región lluviosa, selvática y aislada, trabajando en míseras condiciones convertidos prácticamente en prisioneros, muchos morirían sin remisión.
Como si de una cárcel se tratara, los vegueros convivían con delincuentes comunes y presos políticos contrarios al gobierno de Porfirio Díaz. Eran hombres y mujeres que, por ser contrarios a las leyes del dictador, fueron enviados a centenares a Valle Nacional para apartarlos de la vida social y política del país. Había políticos, periodistas, sacerdotes, monjas, escritores, maestros, intelectuales, gente extranjera, etc.
Al amparo de la política de Porfirio Díaz la zona se convirtió en un reducto de trabajo esclavista y la prisión más grande del país. (*4)
Los grandes tabaqueros mexicanos (*12)
Como se detallaba en párrafos anteriores, la industria tabaquera mexicana floreció al abrigo del decaimiento de la industria tabaquera cubana y de la continua sangría de expertos tabaqueros cubanos, muchos de origen español, que emigraron a México en oleadas como consecuencia de las revueltas independientistas de la aún colonia española. Ellos aportaron su experiencia y maestría en el cultivo y la elaboración de cigarros puros y la nación mexicana puso sus excelentes tierras vírgenes idóneas para el cultivo de la planta del tabaco, un clima similar al de la isla, y por supuesto una mano de obra barata.
La consecuencia fue que a finales del siglo XIX el tabaco mexicano había encontrado una excelente
aceptación, sobre todo en Europa, esperándose que, dados
los costos bajos de producción y de transporte, podría
competir ventajosamente con los tabacos cubanos
semejantes y aún con el de reciente aparición de Sumatra
y Borneo.
La situación más favorable se daba sobre
todo para los tabacos de tipo medio, cuyos precios eran
inferiores a los cubanos.
A la vista del floreciente negocio, funcionarios y capitalistas extranjeros
recomendaron la formación de grandes compañías a
semejanza de las europeas en colonias africanas o asiáticas para colonizar
y explotar las mejores tierras mexicanas. Lo demás fue cuestión de tiempo.
El vitólfilo Juan José Serrano del Valle, gran experto y amante de la vitola mexicana, afirmaba en uno de sus artículos de la revista A.V.E. (*2) que la falta de datos siempre fue una de las grandes dificultades con las que ha tropezado cualquier investigador o persona que haya pretendido abordar la historia de las grandes marcas de tabaco mexicanas y de sus fabricantes con un mínimo de profundidad y rigor histórico.
Las convulsiones políticas y sociales de la época (guerras, revueltas, inestabilidad, etc.) junto con oscuros intereses económicos, trastornaron por completo la marcha normal de los negocios y motivaron que los datos se hayan perdido o trastocado irremediablemente, hasta el punto de impedir o limitar seriamente cualquier trabajo serio de investigación, que queda restringido en muchos casos al mero análisis y filiación histórica de las vitolas y habilitaciones que han llegado hasta nuestros días.
También el historiador mexicano José González Sierra (*10) abunda en esa misma idea y afirma que dentro de los múltiples efectos que el periodo revolucionario trajo consigo, se cuenta el de la desarticulación casi completa del rudimentario sistema de información y estadísticas oficiales. Para nosotros resulta prácticamente irnposible presentar una descripción siquiera aproximada de lo que era el mapa fabril tabaquero de Veracruz entre 1910 y 1930. Contamos con escasas fuentes que nos permiten sin embargo, hacer varios cortes temporales, aunque es necesario señalar las múltiples dudas que surgen de los datos y la imprecisión de los mismos. »
La pléyade de grandes tabaqueros mexicanos, sobre todo en el último tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, es realmente importante. Aquí solo voy a apuntar algunos de ellos, los más relevantes, que también podrán visualizarse por orden alfabético riguroso en el apartado de Relación de Grandes Tabaqueros y sus Marcas.
Eduardo VII de Inglaterra, de la marca "El Brillante negro". Anilla muy cotizada, como todas las de esta marca. (*14) |
Manuel P. García fue uno de los muchos tabaqueros que, llegado de Cuba donde aprende el oficio, reemigró a México instalándose en San Andrés Tuxla (Veracruz). Allí registró su marca principal y una de las mas prestigiosas de México, La Rica Hoja. Posteriormente abrirá una segunda fábrica en la ciudad de Orizaba, La Violeta. Sus anillas, impresas todas ellas en talleres litográficos alemanes, son realmente de una gran belleza y calidad, siendo muy apreciadas por los coleccionistas. Carlos E. García, quizás pariente suyo, fundaría la marca El Brillante Negro, de corta trayectoria pero con vitolas muy raras y valoradas. Bernabé García fue otro tabaquero de relevancia, quizás también pariente más o menos próximo a los anteriores, que fue famoso con su marca La Rosa de Oro y su denominación B. García, como si quisiera ocultar su nombre de pila. Este importante tabaquero fue dueño de otras marcas prestigiosas como El Destino y La Sin Rival, aunque esta última ya en la etapa de Gustavo Mayer. Todas sus marcas están amparadas en el nº de registro 144.
Gustavo Mayer, inglés de origen judío-alemán, se estableció en Orizaba (Veracruz) sobre el año 1885 en busca de plantíos de tabaco. Socio de la empresa de Manuel P. garcía, llegó a tener una gran acumulación de poder en la industria tabaquera mexicana, logrando la propiedad de prestigiosas marcas como La Violeta, La Sin Rival, Mi País, La Rica Hoja, El Sol y La Seductiva, amén de otras anexas.
Andrés Corrales, asturiano de nacimiento, sería otro de los industriales tabaqueros más prestigiosos y exitosos de México. Triunfó con su famosa marca La Perla, en la que utilizaba anillas y etiquetas de gran belleza, que están expuestas en un espléndido catálogo vitolfílico editado por la Asociación Vitolfílica Española en 1999, donde se recogen 742 vitolas de la marca. Destacan aquellas en las que figura el retrato de una bella señorita denominada la muñeca de Corrales. La fábrica de La Perla fue seguramente la industria tabaquera más grande dedicada al cigarro puro en México.
Antonio Blanco, que figura como A. Blanco en todas sus anillas, se estableció en Veracruz sobre 1885 y fundó la
marca La Unión Nacional con muy corto
ón con el extenso que posee con la denominación A. Blanco.
Eugenio Gabarrot, tabaquero de orígen francés y asentado en Xalapa (Veracruz), partió de su país natal hacia México a los 20 años y que llegó a ser el fundador y director de la prestigiosa fábrica de tabacos E. Gabarrot y Cia y de su marca principal El Valle Nacional.
Juan Esteva, conocido por su marca de puros La Familia, se estableció inicialmente en San Andrés Tuxtla, posteriormente en Alvarado y finalmente, en su última época, en Mexico D.F. Fue una fábrica no demasiado grande pero que utilizó anillas de gran calidad y de temática muy cuidada.
Luciano Grobet, también establecido en San Andrés Tuxtla, se convirtiría a finales del siglo XIX en uno de los empresarios mas exitosos de la zona, fundando la marca de cigarros puros La Vencedora.
Además de su industria tabaquera, contaba con una de las mayores casas de exportación y comisión de San Andrés. A través de su empresa, Grobet y Cia, distribuía todo tipo de enseres. Por ejemplo era importador en exclusiva de vinos franceses y alemanes, aguardientes.
José María Evia Griñé, nacido en el Yucatán emigró joven al estado mexicano de Campeche, donde en 1891 fundo su marca de cigarros La Esperanza, que por su gran calidad fue premiada en las exposiciones de Chicago
y Atlanta. A pesar de que su producción no debió de ser comparable con las grandes fábricas mexicanas, aunque a nivel local fue muy apreciada y popularmente conocida por su novedosa propaganda en sus cigarros en forma de su famosa "lotería campechana".
La lista de industriales mexicanos fabricantes de cigarros puros de cierta relevancia es realmente extensa, por lo que incorporar aquí esa lista no aportaría demasiado pues el objetivo de este artículo es demostrar y documentar la gran aportación de estos tabaqueros mexicanos en el desarrollo de la industria de fabricación de cigarros, siempre orientada y enfocada a la producción de vitolas y etiquetas litografiadas para embellecer y garantizar sus preciadas labores, dirigidas frecuentemente a la exportación.
Solo a título de ejemplo, citaré a alguno de los muchos que merecerían capítulo independiente pero que por falta de datos no he podido incorporar, como son: El Arte, de J. Galairena; La Bohemia, de A. Azcárraga; La Costeña, ubicada en el puerto de Veracruz y propiedad de Benito Azcano; La Cubana y Flor Ideal, ambas con el nº de registro 133 y propiedad de Carlos Vudoyra; La Favorita, de Rodriguez y Miravete; La Muestra, de José A. Silvarán; El Modelo, La Mundial y Sócrates, de Ramón Suarez; La Nacional y La Norma, de Cortina y Cia; La Paz, de P. Carrión Silva; La Reina, de Francisco A. Rionda; La Reyna, de Gutierrez y Barrena, y un largo etc.
Conjunto de "odaliscas" de la marca La Roda de Oro, del fabricante BERNABÉ GARCÍA. (*14) |
La mayoría de los cigarros puros que estos industriales tabaqueros elaboraban en sus fábricas mexicanas eran de fabricación artesanal y por tanto de calidad, dedicándose mayoritariamente a la exportación, pues el mercado interno local no podía permitirse pagar los elevados precios a los que estos productos se vendían en el extranjero. Además en México estaba bastante más arraigado el consumo de cigarrillos.
Ellos conocían perfectamente los mercados tabaqueros más prestigiosos de la época, y muy especialmente el cubano, por tanto tenían claro que para competir con la calidad inigualable de sus labores en el mercado internacional tenían que hacerlo básicamente con: calidad, precios competitivos y cuidando al máximo la presentación de sus manufacturas.
Y es en este último punto donde realmente se esmeraron especialmente, pues encargaron las vitolas y etiquetas litografiadas para las cajas de puros de sus marcas a los más mejores y más prestigiosos talleres litográficos del momento, que entonces eran los alemanes, y lo hicieron de forma directa o a través de oficinas de representación ubicadas en los Estados Unidos, como Steffens Jones & Co.
Las vitolas emitidas por las marcas mexicanas de la época dorada de la vitolfília (1890-1920) mantuvieron una altísima calidad que las convirtieron en verdaderas joyas de la miniatura gráfica, que hoy en día son buscadas ávidamente por los coleccionistas por su inigualable belleza, diseño y en muchos casos rareza.
Foto reciente de las instalaciones industriales de la Cigarrera "La Moderna". |
el tabaco en mÉxico en los Últimos tiempos.
El siglo XX se caracteriza por la progresiva modificación de los hábitos de consumo de tabaco y la mecanización de los procesos, con el consiguiente abaratamiento de costes de producción. El tabaco llegaba cada vez a las capas más bajas de la sociedad, y esto condicionaba la calidad de los productos, por lo que paulatinamente el cigarro puro pierde mercado a favor del cigarrillo. En México, la política de la mayor fábrica de cigarrillos de México, El Buen Tono, de Ernesto Pugibet, está basada en promocionar este producto, que es más barato y de más fácil consumo.
El cigarrillo triunfa, especialmente el tabaco rubio de mezcla americana y lleva a los industriales mexicanos a explotar las fértiles vegas tabaqueras de hoja clara de Nayarit, en el oeste del país.
En la segunda década del siglo XX se inicia un nuevo modelo del proceso bajo una integración vertical de la producción y comercialización, en donde las empresas tienen el control total, desde el cultivo hasta la manufactura y la comercialización; incluso son propietarias de los terrenos de cultivo. El libre mercado del tabaco es remplazado por una nueva etapa
monopólica de sello extranjero, cuyo veloz proceso de dominación comenzó
en 1924, al instalarse la cigarrera El Águila, subsidiaria de la multinacional tabaquera British American Tobacco Company, formada por ingleses (Imperial Tobacco Co.) y norteamericanos (American Tobacco Co.) para competir en el mercado internacional pero siempre fuera de sus de sus respectivos países para no hacerse competencia entre ellos. En 1934 se inaugura la gran fábrica de cigarros El Águila en la ciudad de Monterrey, al norte del país y en 1936, en las mismas instalaciones, la cigarrera La Moderna.
El proceso de concentración empresarial es imparable. Para dar una ligera idea de ello, solo decir que en México en el año 1900 había 743 empresas de fabricación de cigarrillos y en 1975 todos los fabricantes se habían consolidado en seis empresas: La Moderna, El Águila, Tabacalera Mexicana, Fábrica de Cigarrillos Baloyan, Fábrica de Cigarrillos La Libertad y Cigarrera Nacional.
Con el nuevo siglo la fabricación de puros comenzó a entrar en
decadencia, pero a partir de 1917 ésta se acentuó por el aumento de impuestos
y la modificación del sistema del timbre que gravaba su producción.
Quizá por estos motivos pero indudablemente también por los efectos de la
lucha armada, numerosas fábricas tabaqueras de Veracruz, donde siempre primó la rama purera tuvieron que cerrar sus puertas.
De los
57 establecimientos que en 1913 figuraban en listados oficiales, solo seis años después, en 1919, quedaban únicamente 19 (*11).
A partir de 1997, las alianzas estratégicas y joint-ventures propician la compra-venta de las tabaquerías mexicanas, que cedieron el control accionarial a dos de las empresas más importantes en la producción de cigarros en el mundo: Phillip Morris que adquirió Cigarrera La Tabacalera Mexicana (CIGATAM) por 428 millones de dólares y British American Tobacco que compró Cigarrera La Moderna (CIGAMOD) por 1,712 millones de dólares, convirtiéndose en subsidiarias de esas dos industrias. Hoy la industria tabaquera mexicana, siguiendo el camino de otras industrias a nivel internacional, se concentra en tres grandes empresas: Cigamod, Cigatam y La Libertad. Entre las dos primeras concentran el 99% del mercado mexicano, constituyendo de hecho un duopolio.
Sobre el tabaco cultivado para cigarros puros, decir que en 1950 se introduce en México la variedad Sumatra a través de empresarios de origen alemán que venían de perder sus colonias en Indonesia, y se adapta perfectamente al clima y tierra mexicana. Así la mejor hoja de la variedad autóctona del estado de los valles de Veracruz, de color oscuro y de sabor suave, es usada para la capa, mientras que el tipo Sumatra mezclado con el resto de la variedad mexicana para ser usado en la elaboración de la tripa del cigarro.
No obstante, la producción de tabaco para cigarros puros en México, en términos globales es puramente testimonial, pues la mayoría del cultivo de tabaco en México esta dirigido a la industria del cigarrillo. Este tipo de planta para cigarrillo se cultiva mayoritariamente en la zona de Nayarit con tabaco importado de los tipos Virginia y Burley convenientemente adaptados al clima y características de la región, habiendo desplazado al tabaco de la zona de Veracruz y Oaxaca que tradicionalmente estuvo dedicado a la fabricación de cigarros puros.
El mapa de producción actual se puede resumir en las siguientes cifras: Nayarit 90%, Chiapas 8% y Veracruz 2%.
fuentes de informaciÓn (*)
(*1) El cultivo de Tabaco en el Valle de Santa Rosa, en México. Memoria dirigida al D.G. Coutouly, Ministro de Agricultura de Francia. Fechado en 25 de marzo de 1885. Autor Luis Lejeune
(*2) El Brillante Negro - Artículo de Juan José Serrano del Valle en la revista de la A.V.E. Nº 300 P.32
(*3) Estanco de Tabaco y Real Factoría de Valladoliz 1764-1809 http://bibliotecavirtual.dgb.umich.mx:8083/jspui/bitstream/123456789/3285/1/ESTANCODETABACOYLAREALFACTORIADEVALLADOLID17641809.pdf
(*4) México bárbaro. Autor John Keneth Turner. Ed. Epoca, México, 1978 http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A9xico_b%C3%A1rbaro
(*5) Memoria política de México http://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/GAJ20.html
(*6) Revisión histórica de la Guerra de independencia en Veracruz, Universidad veracruzana http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/10669/2/03_veracruz_en_armas_revision.pdf
(*7) Imagen tomada de la web: http://mexico.pueblosamerica.com/foto/san-juan-bautista-valle-nacional
(*8) Imagen tomada de la web: http://orizabaprofundo.blogspot.com.es/2009/01/factores-que-posibilitaron-la.html
(*9) Imagen tomada de la web: http://clioscopia.hypotheses.org/595
(*10) Monopolio del humo. Elementos para la historia del tabaco en México y algunos conflictos tabaqueros veracruzanos: 1915-1930 Universidad veracruzana, 1987 Autor: José González Sierra
(*11) Industria y trabajadores del Tabaco en Puebla. Los años de la revolución. Leticia Gamboa Ojeda.
(*12) Las fuentes de información específica sobre estos grandes tabaqueros mexicanos se podrá encontrar en sus correspondientes capítulos, para no generar información redundante.
(*13) La Rica Hoja: San Andrés y el tabaco a finales del XIX. Autor: José González Sierra.
(*14) Colección del autor.
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