A la memoria de mi padre: José Berni Gómez q.e.p.d. El inició esta colección |
COLECCIONISTA DE VITOLAS DE PUROS Juan Alberto Berni González A.V.E. 1415 |
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EL TABACO Y LA INDUSTRIA TABAQUERA EN FILIPINAS |
Arraigo del tabaco en la sociedad filipina. |
En Filipinas, las órdenes religiosas eran los propietarios y administradores de la mayoría del suelo del archipiélago desde prácticamente su adhesión al imperio español: Agustinos (en 1565), Franciscanos (en 1578), Jesuitas (en 1581), Dominicos (en 1587), Agustinos Recoletos (en 1606) y otras en menor medida.
Dichas órdenes ostentaban el control real y efectivo sobre las distintas capas sociales del archipiélago, con un gran poder e influencia "de facto" sobre las decisiones de la colonia y del Reino Español. A partir de 1836, fecha en que España decreta la desamortización de los bienes de la Iglesia, las órdenes religiosas irán perdiendo influencia, aunque muy lentamente, debido al aislamiento de Filipinas respecto del resto de colonias de la metrópoli, viéndose obligados a vender sus inmensas propiedades.
El aislamiento de la colonia, quizás por su lejanía de la metrópoli, motivó que durante un largo periodo de tiempo el cultivo del tabaco estuviera abandonado a los insuficientes cuidados del agricultor indígena, razón por la cual no logró evolucionar convenientemente, al no aplicarse las más elementales técnicas de mejora de tierras y de cultivos, por lo que su cosecha pecó siempre de trabajosa, lenta y de baja productividad, todo ello a pesar de las excelentes condiciones del suelo y del clima del archipiélago.
La costumbre de fumar se fue generalizando y arraigándo rápidamente entre la población local, llegando a ser considerada por el propio indígena como un artículo de primera necesidad, pues les fascinaba imitar a los españoles. En sus comentarios decían que “bebían fuego” con el cigarro. (*4)
Los españoles se burlaban de los indígenas diciendo: « aprendieron a fumar antes de aprender a pensar».
En una crónica anónima de 1838 se puede leer la siguiente cita: (*5)
« ... más sea de esto lo que fuere, lo que no admite duda es, que no hay planta que mas aprecie y apetezca el indio, por manera, que prefiere la falta de arroz a la del tabaco, sin embargo de serle aquel de primera necesidad, y sufre en ayunas, y sin particular molestia y por bastante tiempo , cualesquiera trabajo, aún el de remar, como no le falte el tabaco, con el cual parece se alimenta y vivifica: es tan general su uso, que lo gastan hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y ancianos, y su plantío se halla tan extendido como su uso. Lo hay de muchas clases y calidades, y según es el terreno en que se cría y el cultivo que se le da, así sale más o menos fragante, suave y fuerte. En algunos terrenos, aunque de poca ostensión, crían tan buen tabaco como el mejor de la Habana y más aromático ».
José de Basco |
EL MONOPOLIO Y LA RENTA DE TABACOS - EL ESTANCO - (1782 - 1882). (*1), (*2), (*6), (*7), (*8)
Desde 1636 el tabaco era una renta estancada en la península, al igual que en el virreinato de Nueva España (México) a partir de 1764.
En el apartado archipiélago filipino las cosas llegaban con bastante retraso, y el estanco aún no se había llegado a plantear.
Pero el hábito de fumar se hallaba muy extendido entre sus habitantes, con un importante crecimiento de las plantaciones tabaqueras, hecho éste que había llamado la atención a las autoridades, más que nada por el negocio que podría suponer su control.
Esta realidad junto con las experiencias en otras colonias españolas como Cuba y México, fueron poco a poco forjando en las autoridades del Reino de España la idea de que el control efectivo de la explotación de la planta del tabaco podría mejorar, incluso solucionar, la denominada "crisis del sistema de situados", que no era otra cosa que el déficit secular o desequilibrio entre ingresos y gastos que sufría la economía filipina.
Tan grave llegó a ser el problema de la economía filipina para el gobierno de la monarquía de Carlos III que se llegó a plantear incluso el abandono de la colonia.
Hubo varios intentos, todos ellos fallidos, de implantar actuaciones fiscales monopolizadoras, como por ejemplo el propuesto por Francisco L. de Viana. Pero es preciso esperar hasta la llegada del Capitán General José de Basco y Vargas, en julio de 1778, para que se retomaran y pusieran en marcha muchas ideas de aquellos proyectos fallidos en el pasado.
Mediante una Real Orden de 9 de Febrero de 1780 y asociado a las preceptivas ordenanzas firmadas por Jose Basco en Manila el 13 de Diciembre de 1781 (*9) se estableció el Estanco del Tabaco y de los alcoholes. Estaba, en sus inicios, limitado a la isla de Luzón, concretamente a las provincias de Gapán, Nueva Écija, Marinduque y Cagayán pero pronto incorporarían otras provincias, como Ilocos Norte y Sur, Abra, La Unión e Isabela, esta última creada por la separación de Cagayán en 1856.
Hasta ese momento, el tabaco en Filipinas no pasaba de ser un artículo más de consumo interno de la población local, pero a partir de la implantación del estanco, la renta tabaquera se convirtió no sólo en el instrumento que permitió garantizar la autosuficiencia fiscal del archipiélago, sino que llegó a constituir la base del ciclo colonial en el siglo XIX.
En palabras del historiador Josep Maria Fradera: (*6)
« Las rentas estancadas y en particular el monopolio del tabaco se convirtieron en la principal baza del Estado en Filipinas a partir de la crisis del sistema de situados, constituyendo así el arco de bóveda de un nuevo ciclo colonial que se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX, hasta 1882. »
El Gobernador General Basco logró dinamizar la economía filipina creando, entre otras instituciones, la Real Compañía de Filipinas con la finalidad de desarrollar el comercio con España.
El Estanco del tabaco en Filipinas seguía la línea novohispana, y por tanto estaba organizado en base a tres grandes líneas maestras: LA COLECCIÓN o control de la hoja de tabaco producida; LA FÁBRICA o proceso industrial de confección de las distintas labores; y finalmente LA ADMINISTRACIÓN o proceso de distribución a los consumidores.
La plantación de tabaco estaba prohibida fuera de las regiones autorizadas a ello. Para cada ejercicio, el Monopolio fijaba tanto la producción como los precios. Los cosecheros estaban obligados a entregar la hoja a la Hacienda española por el precio fijado en la Instrucción, para elaborarla y expenderla por su cuenta.
A estos efectos se creó una oficina especial dependiente de la Superintendencia, entonces Gobierno Superior, con el encargo de plantear el sistema, reglamentarlo y formar la jurisprudencia que habría de regir sobre la nueva renta pública. Los cultivadores o cosecheros estaban obligados a entregar la cosecha completa a los colectores de Hacienda, que valoraban y pagaban por ella al precio estipulado, destruyendo los excedentes. Los empleados del gobierno inspeccionaban las plantaciones y vigilaban las fábricas, intentando controlar el creciente contrabando.
Se empleaba a los indios nativos por medio de trabajo forzoso y la Iglesia velaba por conseguir su sumisión ante el autoritarismo de las autoridades delegadas por la monarquía, con mensajes como: "la obligación del vasallo es callar y obedecer". Todo ello justificaba que el Monopolio nunca fuera bien visto por la población indígena.
Por Real orden de 21 de Agosto de 1788, se establece la factoría colectora de Gapan, primera del archipiélago, en la que, si bien se consignan los deberes y las atribuciones de cada empleado con la Hacienda y las de ésta para con los cosecheros, se echa de menos los más elementales medios para instruir al indígena y desarrollar una adecuada cualificación agrícola para conseguir así mejorar la calidad y productividad de los cultivos. Esto fue una de las causas de los graves problemas que tuvo siempre el tabaco filipino hasta su desestanco en 1882. (*7)
Según fueron venciéndose resistencias y obstáculos, se fue extendiendo el Monopolio a otras zonas de Luzón y las Visayas. Así, en 1796 se establece la colección de Cagayán, al norte de la Isla de Luzón, en el valle formado por el río del mismo nombre y se van ampliando rápidamente los cultivos, tanto por dicho valle como por sus innumerables afluentes. Dado las idóneas características del terreno y su apropiado clima para la siembra de la planta, allí se cultivará el mejor tabaco filipino
A partir de la década de 1800, Filipinas comienza a enviar a la Península un balance económico positivo, es decir, unos ingresos similares a los recibidos para su sustento; este concepto se denominaba técnicamente situado, siendo financiado directamente por el Estado a través del virreinato novohispano.
A partir de 1810, el "nuevo sistema", como gustaba llamarlo el gobernador José Vasco, lograba su propósito, que no era otro que el autoabastecimiento de la colonia, y todo ello gracias al "ramo de estancadas".
Sirva de ejemplo las cifras oficiales del cuadro adjunto (derecha) con los principales ingresos de la Hacienda Filipina entre los años 1789 y 1831 y el situado. (*6)
En 1821, consumada la independencia de México, se produce la interrupción del tránsito entre Acapulco y Manila, que dejaba al archipiélago en una situación peligrosa, pero para entonces, el Monopolio de Tabaco se había convertido en el principal soporte económico y sostén de la Administración española, cosa que hizo desistir a sucesivos gobiernos de abandonar la colonia.
En la primera Exposición Universal de Londres de 1851, el tabaco de Gagayan procedente de cultivos a base a semillas cubanas de Vuelta Abajo obtuvo la medalla de oro del Jurado internacional, y llamó tan extraordinariamente la atención del comercio, que se hicieron pedidos considerables a Manila desde todas las plazas mercantiles de Europa. (*1)
Las principales zonas tabaqueras del Monopolio. (*4), (*7)
A principios del siglo XIX la colección de Gapán (entre las provincias de Pampanga y Nueva Écija) proporcionaba al estanco español la mayor parte de la hoja de tabaco que el Monopolio necesitaba, seguida de Bulacán que ostentaba un grave problema de contrabando que mermaba continuamente su producción y que provocaría su cierre en 1805.
Hasta el fin de la década de 1820, Gapán doblaba la producción de Cagayán, pero entre 1830 y 1850 se cambian los papeles, y es Cagayán la colección que aporta la mayor parte de la hoja al Monopolio, multiplicando por seis su producción, que además es de superior calidad, situándose por encima del medio millón de fardos anuales. (*6)
El tabaco de estas dos colecciones era muy similar y con todas las condiciones apetecibles para el buen tabaco, por lo que se le daba a ambas el nombre de Cagayán, al igual que ocurría antes de su separación en 1856. El tabaco que producían tenía un sabor fuerte y servía para capote, mientras que el de Gapán era muy suave, por lo que se usaba para tripa. Sin embargo, la hoja de la Isabela es algo más fina y entraba más cantidad de hoja que en otro de igual clase de Cagayán, por lo que era más cotizada y se pagaba más por ella.
Parece ser que, en algunos terrenos, y a pesar de las técnicas de cultivo tan rudimentarias que se usaban, se obtenía tan buen tabaco como el mejor de la Habana, y además más aromático.
LA PROVINCIA DE CAGAYÁN sobre 1880, fecha en la que se publicó la fuente de información de la que he obtenido este resumen, (*4) tenía 19 pueblos, 12 de ellos eran cosecheros de tabaco, y arroceros los restantes en los que no se permitía sembrar por estar situados en zona litoral, ya que el tabaco que allí se daba era de baja calidad. La población de estos 12 pueblos cosecheros era de 47.200 habitantes y el terreno dedicado al cultivo de tabaco de 10.372 Ha.
Cagayán limita al norte con el mar de China y al sur por la provincia de La Isabela. Los pueblos que constituían la colección estaban situados al interior, en la ancha y extensa vega que atraviesa de sur a norte el caudaloso río Cagayán, al que los primeros españoles llamaron Tajo.
LA PROVINCIA DE ISABELA se creó en 1856 con dos pueblos y algunas rancherías de igorrotes gaddanes de la provincia de Cagayán, que la limita al norte en toda su extensión. Sobre 1880, su colección la componían un total de 8 pueblos cosecheros con 30.760 habitantes, con una extensión del terreno dedicado al cultivo tabaquero de 4.621 Ha., siendo la colección que entregaba a la Hacienda española la mayor cantidad de fardos de tabaco de hoja de calidad superior, dedicada a capa (clases 1ª y 2ª), circunstancia atribuida al mayor cuidado y esmero de los cosecheros.
LA PROVINCIA DE NUEVA ÉCIJA daba una hoja de tabaco con forma lanceolada, a la que los naturales de la zona llamaban hoja-espada, que procedía de las semillas originariamente traídas desde Yucatán por los misioneros españoles al llegar a Filipinas. Era una hoja larga, estrecha, desabrida, vidriosa, de malas condiciones en una palabra, pero que superaba la medida determinada por la Administración para admitir y reconocer el tabaco de primera clase, y ello fue la razón para que se dedicaran con afán a la siembra de esta clase de tabaco. El terreno dedicado al cultivo del tabaco en esta colección, según los datos de 1870, asciendía a 753 Ha. abarcando la antigua factoría de Gapán. El tabaco de esta colección se transportaba por río hasta llegar a los almacenes de Manila, con lo que se conseguía reducir los costes de transporte y limitando el extravío de fardos.
El cronista describe así las características del tabaco de Nueva Écija, atribuyendo algunas de estas particularidades
desventajosas al empobrecimiento del terreno en que se cultiva: « Suave al fumarlo y poco aroma, dulce para la mascada, de buen arder y color, pero endeble, de poca consistencia y pocos
jugos; la hoja fácil de resecarse y agorgojarse; por lo que hay que elaborarla y venderla pronto».
EL TABACO DEL SUR del archipiélago filipino, como por ejemplo las Islas Visayas (Cebú, Ilo-ilo, Cápiz, Bohol e Isla de Negros), Mindanao, Paragua, etc... solía ser de inferior calidad y menos fortaleza que el de Luzón.
El TABACO IGORROTE procedía de llocos, El Abra, Lepanto y Pangasinan y era llamado así de forma genérica, porque era cultivado por libre por los indios llamados igorrotes o infieles, que luego lo vendían furtivamente en los mercados locales, escapando al control de la administración de la renta de tabacos. Este tabaco se cultivaba en terrenos fértiles y propicios, por lo que era de cierta calidad y buena aceptación, aunque sin llegar al de Cagayán o de Isabela.
ORGANIZACIÓN DEl ESTANCO DEL TABACO FILIPINO. (*2), (*7)
Al tiempo que se iban extendiendo los acopios, se fue modificando y mejorando la legislación para organizar adecuadamente el Estanco del Tabaco y la gestión de las cosechas. Finalmente, el 10 de agosto de 1849 se promulga una instrucción que fijaba detalladamente estas reglas para los tres ramos: colecciones, labores y estancadas.
Sorprende observar cómo en ella se regulaba detallada y específicamente para cada coleccióncon las obligaciones de cada una de estas figuras, las relaciones entre ellas, así como toda la compleja casuística posible, como conflictos, litigios y juicios que se pudieran llegar a dar, estipulándose detalladamente cantidades, dimensiones, penalizaciones, castigos, etc.
Duros fueron, a veces, los castigos y vejaciones de los delegados de la administración sobre la población por el incumplimiento de los dictados del Monopolio, llegando incluso a recaer sobre la respetada clase de los cabezas de Barangay o encargados de recaudar tributos, porque « cualquiera vecino de su gremio no sembró o cuidó la planta conforme las exigencias del colector ».
A pesar de que en todas las colecciones las zonas de cultivo y producción eran rigurosamente controladas por las autoridades administrativas del Monopolio, según obligaba la instrucción de 1849, en cada una de ellas se adaptó a las características de la población y de la situación político-social de cada provincia, siguiendo las recomendaciones de las autoridades, caciques y clero locales. Veamos algunas diferencias entre ellas:
En las provincias de Unión, Abra y los dos llocos (Norte y Sur), los cerca de 500.000 habitantes que la habitaban estaban obligados por el Gobierno a plantar tabaco para comprarlo él mismo, según se hacía en Cagayán, pero además en este caso se les exigía una cuota anual por el desestanco y libertad de siembras. Esta concesión era continuamente falseada o incumplida, como lo acreditan los desmanes administrativos citados en informes oficiales de la época.
Otra excepción fue Las Visayas, en donde habida cuenta de la imposibilidad material de aplicar el modelo del resto de colecciones, se autorizó la libre producción de tabaco, libertad absoluta de siembras, tráfico
y consumo interior, aunque con la prohibición de exportar, manteniéndose el control sobre las ventas al exterior o a la metrópoli en manos del gobierno, que fijaba los precios y sacaba buen partido de una demanda en continua expansión, sobre todo al norte de Europa, el Pacífico Sur y los EEUU.
A continuación, se describen las figuras más representativas sobre las que Administración del Estanco del Tabaco en Filipinas se apoyaba la para cumplir su misión: (*7)
COLECCIÓN era la agrupación de terrenos dedicados al cultivo de la planta del tabaco, que agrupaba a un número determinado de pueblos cosecheros y que solían tomar el nombre de la provincia en la que radicaban.
Estas demarcaciones o colecciones debían sembrar tabaco para su cosecha y entrega a la Hacienda Española siguiendo los requisitos dictados en cada momento por la Organización, que normalmente residía en la figura de la Comisión de Aforo a la que pertenecieran.
COLECTORES eran los encargados de conseguir el mayor aprovechamiento de los terrenos de su demarcación para las siembras del tabaco, buscando la mayor extensión posible del terreno adecuado para ello.
Para cumplir su misión proponían a la dirección cuanto creyesen conveniente para la consecución de los objetivos fijados. Por ejemplo debían elegir aquellos terrenos más feraces y propios para el cultivo, sustituyendo mediante limpias y desmontes, en donde posible fuere, aquellos, que siendo a propósito para cultivar dicha planta estuvieran ocupados en la labor de cereales, tan indispensable a evitar escaseces, y conciliando la posibilidad de los naturales con los intereses de la Renta.
El Colector Jefe tenía una función eminentemente administrativa, que recaía en el Alcalde Mayor o Gobernador de la provincia respectiva, dependiendo directamente de la Administración Central.
Entre sus obligaciones estaba inculcar a los indios principales, y estos a todos los demás habitantes de la colección, el deber exigible de esmerarse en el cultivo y beneficio de esta planta.
AFORADORES .- Eran un colectivo de personas destacadas en las colecciones, cuya misión era:
Designar los terrenos más propicios para las siembras del tabaco, proponiendo a la Dirección todo lo que estime conveniente para el incremento de las siembras, mejor cultivo, aforo y beneficio del tabaco, dando igualmente curso, con su informe, a cuanto le expongan sus subalternos sobre el particular.
Dirigir las operaciones requeridas, desde la preparación de la tierra, semilleros, trasplantes, cultivo, corte y beneficio de la hoja, hasta su colocación en fardos y prensado.
Controlar las faltas, que en caso de detectarse, deberían dar parte de ellas al Colector o jefe de quien dependa, para que por este se imponga al cosechero y caudillo de quien proceda, el castigo que por las instrucciones de la Colección les corresponda sufrir.
Reunir a los Inspectores de siembras para clasificar según las instrucciones la clase y calidad del tabaco que, sea cual fuere su procedencia, se adquiera por la Renta y tuviere entrada en sus almacenes.
Hacer cumplir las instrucciones y la normativa a exigir en las tareas de prensado de la hoja, los volteos y aireaciones que continuamente se deben realizar en esta fase de la manufactura del tabaco.
La ComisiÓn de aforo .- Era la reunión de facultativos que necesitaba la Renta para conseguir el rendimiento exigido para las cosechas de tabaco en las Colecciones a su cargo.
El primer aforador era el Jefe inmediato de la Comisión de aforo, y como tal debe vigilar constantemente el puntual desempeño de las funciones de que estuvieren encargados sus súbditos.
CAUDILLO.- La Instrucción General estipulaba que en cada pueblo perteneciente a una colección tabaquera habría un caudillo, que normalmente recaería sobre el gobernador de dicho pueblo, también llamado gobernadorcillo.
Este debía respeto y obediencia al colector, a los aforadores y a los inspectores de siembras de sus distritos en todo lo concerniente a los plantíos, cultivo y beneficio del tabaco, así como en cualquier aspecto relacionado con el servicio de la Renta.
Cuando el caudillo de un pueblo no cumplía con los deberes de su destino y el colector consideraba que por dicha causa peligrase la cosecha o disminuyera sus resultados, lo debía suspender de su destino, encargando la misión de caudillaje al que anteriormente lo hubiese desempeñado con más crédito, dando cuenta a la Dirección al objeto de ejecutar las correspondientes diligencias.
El colector debía exigir anualmente a los caudillos que le remitieran un padrón, intervenido por el párroco, con el número de tributantes de ambos sexos que reúna su jurisdicción, expresando las edades y la familia menor que tengan para auxiliarles en las siembras y otras operaciones del tabaco, así como los sitios y ranchos en donde se hallen sus casas y sementeras.
Con presencia de dicho padrón y de acuerdo con los mismos párrocos, se haría la división de los barrios en los términos más convenientes, a fin de que a los cosecheros no les faltase en ningún caso el terreno necesario para el cultivo, procurando en lo posible que tuvieran sus labores lo más cercanas a sus viviendas.
las FABRICAS del Monopolio. (*7)
Según el censo de 6 de diciembre de 1872, había cinco fábricas en activo, dependientes de la Intendencia General de la Hacienda Española con mandato expreso de entregar la consignación mensual fijada por el Centro de Colecciones y Labores. Estas fábricas eran: El Fortín, Meisic, Princesa, Cavite y Arroceros.
Su organización era igual para todas, dividiéndose en talleres, secciones y mesas.
Cada una se hallaba a cargo de un oficial de Administración Civil denominado inspector, que era el encargado de la parte económica y directiva, con inmediata dependencia del Administrador Central del ramo, como Inspector General de labores de todas las fábricas.
Siempre según el censo de 1872, existían un total de 15 talleres distribuidos de la forma siguiente: Fortín con 4, Meisic con 3, Princesa con 4, y Cavite y Arroceros con 2 cada una.
Cada taller tenía un número correlativo y constaba de 100 mesas y agrupadas en 5 secciones también numeradas.
Las mesas se componían de una cabecilla o dobladora, un jefe, una cortadora, una encajonadora, diez operarias y una sirvienta para cada dos mesas. Las funciones de cada puesto estaban perfectamente fijadas en la Instrucción del ramo de 10 de Agosto del 1849 y disposiciones posteriores.
En las fábricas filipinas, como sucedía en México y también en España, era habitual que la mayoría de la mano de obra empleada fuera femenina, las llamadas cigarreras. La razón era que se pensaba que la mujer estaba más adaptada a ese tipo de tareas, tenía mayor paciencia y estaba menos predispuesta al fraude. Las cigarreras solían ser jóvenes de entre 12 y 30 años y tenían mala reputación entre el pueblo ya que algunas ejercían de prostitutas (personalmente pienso que habría mucho de machismo). El escritor e historiador español del siglo XIX, especializado en las Filipinas José Montero escribía en uno de sus libros:
« Una procesión, que parecía interminable, compuesta de 8.000 mujeres, cruzaba el puente de Barcas en dirección a Binondo. Eran las cigarreras de la Fábrica de Tabacos del Fortín, que se retiraban a sus casas, terminada la faena del día. Chang-Chuy se distraía agradablemente viéndolas. Le admiraba su desenfado, el ruido particular de tanta chinela, y su continuo agitar de brazos. »
El tabaco se contaba o medía por manojos, manos y fardos de colección.
Un manojo constaba de 10 hojas, y una mano constaba de 10 manojos.
Un fardo de colección constaba de 40 manos de manojos, es decir, un total de 4.000 hojas. Los fardos se clasificaban por calidad en cuatro clases de tabaco:
1.- Hojas sanas y bien beneficiadas de una longitud mayor de 18 pulgadas de Burgos. (*3)
2.- Hojas de entre 14 y 18 pulgadas.
3.- Hojas de entre 10 y 14 pulgadas.
4.- Hojas de entre 7 y 10 pulgadas.
La FABRICA DEL FORTÍN, situada aislada en la orilla izquierda del río Pasig, entre el puente de España y el puente colgante, a una distancia de 400 metros al S. E. de la ciudad amurallada de Manila. Este edificio, anteriormente cuartel, fue el mejor de los destinados a fábricas tabaqueras, aunque lejos de ser idóneo para ello. Enviaba y recibía las mercancías indistintamente por los muelles del río Pasig, con la marea alta, o por tierra, dada la corta distancia a la que se encontraban los almacenes de las estancadas.
La importancia de esta fábrica lo demuestra las más de 5.000 operarías que trabajaban en sus talleres.
La FABRICA DE MEISIC, situada al E. de Manila, en el extremo de uno de sus arrabales, tenía el embarcadero en un afluente del río Pasig, por el que recibía, durante la marea alta, el tabaco rama y entregaba el manufacturado con destino a los almacenes. El edificio, antes cuartel de caballería, fue inaugurada como fábrica de tabacos en 1873 después de ciertas reformas. Se inauguró con tres talleres procedentes la fábrica de Bilibid, antigua Binondo. Ocupaba a unas 4.000 a 4.500 mujeres y elaboraba las mismas menas y en las mismas condiciones que la fábrica del Fortín.
La FABRICA DE LA PRINCESA, conocida en Filipinas por Malabón, se halla al extremo N. del pueblo del mismo nombre y a más de dos leguas al N. de Manila. Su embarcadero se sitúa sobre el río, que desemboca cerca de Manila. Es un edificio ruinoso en su mayor parte, con capacidad para seis talleres, quedó reducido en 1872 a cuatro por falta de operarías. Por su ubicación, se trabaja con pedidos de estancadas de Nueva Écija, porque al bajar por el río el tabaco de esta colección se deja en sus almacenes. Dado su mal estado, los talleres de este edificio, se trasladaron en 1877.
La FABRICA DE CAVITE se halla en la provincia y población del mismo nombre, situada al extremo occidental de la bahía de Manila. El edificio, que estaba situado mirando al mar frente a la puerta del arsenal, estaba bastante deteriorado y su almacén de tabaco en rama era de escasa capacidad. Elabora las mismas clases que las citadas fábricas. Ocupaba a unos 2.000 operarios.
La FABRICA DE ARROCEROS estaba situada a escasos 1.000 metros al S. E. de la ciudad, en la margen izquierda del río Pasig, con embarcadero para el servicio de los almacenes y de la fábrica. En Marzo de 1875 funcionaban un total de 62 mesas distribuidas en dos talleres: uno compuesto exclusivamente por hombres y otro de mujeres, con organizaciones distintas en algunos detalles.
Se fabricaban los puros al estilo de la Habana, con capa espiral y sin batir la hoja. También fabricaba todo el tabaco picado exigido por el Estanco en paquetes, cajetillas y cigarrillos enrollados en papel.
POR FIN LLEGA EL TAN DESEADO DESESTANCO en FILIPINAS. (*11), (*6)
Incluyo parcialmente un informe oficial muy crítico sobre el funcionamiento de la Administración del Estanco de Tabacos de la colección de Cagayán que, en pocas líneas, pone de manifiesto el funcionamiento tan lamentable de esta administración y que justifica a las claras su lógico rechazo entre la población:
« Obligado el cosechero a consagrarse a la siembra exclusiva del tabaco y al cultivo de un número excesivo de plantas, que demanda un trabajo ímprobo y a venderlo a la Administración, por el precio que ésta le fija recibe como precio de sus desvelos, de su laboriosidad, de su obediencia, no el mezquino pago estipulado, sino un "vale" contra Hacienda, que no puede realizar en el mercado sino con un descuento ruinoso que acaba de sumirle en la miseria; y como no siembra maíz, ni arroz, ni camote, no tiene, en una palabra, ni qué comer ni qué vestirse; y como el comercio de todos los artículos de primera necesidad está monopolizado en aquellas provincias por traficantes sin entrañas, que cuentan con el apoyo de los dependientes del Estado, el pobre cosechero, además de la rebaja que sufre en el valor de sus "papeletas" paga los artículos de primera necesidad a un precio exorbitante; vese constreñido muchas veces a recibir a cambio de sus papeletas aún artículos de que no tiene necesidad y que a ciencia y paciencia de sus autoridades, y por medio de los gobernadorcillos y cabezas de barangay, se les distribuye como cargas del estado .... » (*11)
El Estado español, consciente de esta situación de malestar general en el archipiélago, intentó solucionarla en varias ocasiones.
En 1844 el banquero Salamanca intenta arrendar el Monopolio, mediante la participación en los beneficios del propio Estado, pero hubo que rescindir el contrato ante la evidencia de la corrupción y el cochabeo del propio arrendatario con los contrabandistas.
En 1855 se vuelve a intentar otra fórmula, esta vez por parte del partido progresista, reemplazando la renta del tabaco por impuestos al comercio y a la producción, pero no llegó a implantarse al caer antes el partido progresista.
El 1866 se promulga un decreto de medidas liberalizadoras por el que se permitía la libre venta y circulación de tabaco de Cuba y Puerto Rico, gravando con aranceles su importación en Filipinas, pero solo se consigue el aumento del contrabando y se deroga poco después, en 1868.
Hasta 1868, Filipinas fue una colonia "prácticamente olvidada" por el Estado Español, tanto en el aspecto político-administrativo como en el económico y social. La organización en Filipinas tenía un carácter marcadamente militar, trabajo forzado de la población, influencia omnipresente de las órdenes religiosas y una administración pública arcaica (borbónica) basada en 19 alcaides mayores de cada provincia de los que dependían los gobernadorcillos de los pueblos, que se ocupaban de mantener contento al clero, siendo sus principales funciones las de policía, con especial obligación de auxiliar al párroco.
En economía, el panorama no era mejor, pues una élite de comerciantes chinos e indígenas, compinchados con extranjeros, controlaban de facto la economía del archipiélago. Todo ello, sumado al fuerte contrabando, estraperlo, corrupción, etc... configuraba un panorama en el que se podía afirmar que el gobierno español había perdido el control de la economía filipina.
En 1868 ya se tenía el convencimiento de que el Desestanco era la única forma de obtener beneficios claros y continuados en elramo del tabaco. Con ese convencimiento, el político de ideas liberales y ministro de Hacienda Laureano Figueroa Ballester intenta de nuevo de abolir el Estanco, poniendo en vigor el anterior decreto de 1866 y declarando libre su importación mediante pago de aranceles y autorizando a particulares el establecimiento de talleres y fábricas de tabaco. La inestabilidad política en la España de aquellos años (guerra de los 10 años en Cuba y guerra carlista en España) supondrá el abandono de estas precarias medidas liberalizadoras. No obstante estos intentos liberalizadores inyectaron cierta esperanza de cambio y permitieron ciertos aumentos, aunque puntuales, del rendimiento de la Renta del Tabaco, lográndose doblar los resultados en los años 1870-1871. El panorama cambia rápidamente. La apertura del Canal de Suez, en 1869, acortaba ostensiblemente la distancia a Filipinas, que unido a la pérdida de la mayoría de colonias en América, hace que las miradas se orientasen cada vez con más fuerza hacia el archipiélago. A pesar de todo, el estanco continuaría hasta 1881.
Entre 1878 y 1880 se publican dos informes serios y bien documentados a favor del desestanco, ambos muy parecidos: el primero del economista y político valenciano, José Jimeno Agius (en 1878) y el segundo de Francisco Mosquera y García (en 1880), que ponen de manifiesto los graves problemas del Estanco del Tabaco en Filipinas y justifican detalladamente con datos objetivos la necesidad imperiosa de un desestanco ordenado. Pero ambos informes vuelven a topar con fuertes resistencias de los sectores más conservadores, y tanto prensa como partidos fueron muy críticos al cambio propuesto.
En 1880, existían las siguientes colecciones: Cagayán, Isabela, Nueva Écija, Unión, Llocos Norte, Llocos Sur, Lepanto, Abra, Masbate y Visayas.
Los únicos tabacos que tomaban el nombre de su propia colección eran: Cagayán, Isabela y Nueva Écija, siendo el resto de tabaco denominado genéricamente como Igorrotes.
Fernando León y Castillo. (*10) |
Por fin se daban las circunstancias propicias para un cambio, y así el 8 de febrero de 1881, el político liberal Práxedes Mateo Sagasta es nombrado presidente del consejo de ministros de la restaurada monarquía española. Inmediatamente, este primer gobierno liberal de Sagasta coloca al frente del Ministerio de Ultramar a Fernando León y Castillo (1842-1918) que, como buen isleño, tenía una mayor sensibilidad para los problemas de las olvidadas colonias españolas. Se enfrenta valientemente con el problema, y a los pocos meses promulga el decreto de 25 de junio de 1881 por el que se pondría fin a casi cien años de Estanco y Monopolio del Tabaco en Filipinas. Dicho decreto constaba de tres artículos:
Por fin, los poderes fácticos, las oligarquías y las resistencias seculares de los sectores más conservadores de Filipinas se convencen de que el desestanco es un hecho y de que ya no hay retorno posible. La iniciativa privada comienza a desarrollar e implantar unos planes, que ya llevaban preparando concienzudamente bastante tiempo, y en los que la Compañía General de Tabacos de Filipinas jugaría un papel preponderante, como veremos a continuación.
El 23 de septiembre de 1881, solo dos meses después de la promulgación del decreto de desestanco, el Banco Hispano Colonial (que sería cofundador de la C.G.T.F.) se dirige al ministro Fernando León solicitando la reforma del tercer punto del decreto para que se lograra una verdadera libertad a la iniciativa privada, pues ese era el espíritu general del decreto del desestanco.
Joaquín López Puigcerver. (*14) |
22 de diciembre de ese mismo año se conseguía la supresión de la contribución de tabaco en rama a la península por parte de las antiguas fábricas del Monopolio, decretándose ya para el ejercicio 1883-1884 su adquisición en subasta pública, garantizándose también el pago a los proveedores de tabaco con dinero efectivo con cargo a presupuesto filipino, suprimiendo el habitual pago en especie.
El 9 de enero de 1883 León y Castillo cae como Ministro de Ultramar, y algunos creen que con él va a terminar un nuevo intento fallido de liberalización del tabaco filipino. Pero el trabajo ya está hecho. El espíritu de libre empresa prenderá imparable, abanderado por la C.G.T.F. y con Antonio López, primer Marqués de Comillas, como su primer presidente.
En 1887, el ministro de Hacienda del gobierno liberal Joaquín López Puigcerver (1845-1906) retoma la idea de una "gestión ordenada del tabaco" en la península, Baleares y norte de África siguiendo el modelo italiano, dejando a un lado la otra opción a la inglesa, de liberalización completa del mercado, y presenta la ley de 27.4.1887 por la que se autoriza al gobierno a arrendar el antiguo Monopolio de Tabacos Español, adjudicandolo al Banco de España, que a su vez forma la sociedad Compañía Arrendataria de Tabacos C.A.T. Entran en la sociedad el Banco Hispano Colonial (cofundador e importante accionista la C.G.T.F.) y varios importantes capitalistas como el Marqués de Campo, ambos con fuertes intereses en Filipinas.
El último lustro del siglo XIX, hasta 1898, fue una etapa de cambios políticos, pues se intentó aplicar una organización administrativa más moderna y descentralizada, asimilando el status jurídico existente en España, aunque siempre topaban con la resistencia obcecada y egoísta de los grupos sociales elitistas, so pretexto de defender el prestigio histórico y la soberanía española en el archipiélago.
En el terreno económico se produjo un gran crecimiento económico con un notable incremento de la población urbana, mejora de los servicios y del nivel de vida en las ciudades, aumento del comercio exterior y de las exportaciones, mejora de las comunicaciones (vapores mensuales con España desde 1873, carreteras, ferrocarril en 1892, cable submarino, etc...)
En este punto, conviene matizar que ese aumento del comercio no se dirigía a España sino que lo hacía a EEUU, Inglaterra y las colonias del Sur asiático, lo que era un indicio peligroso, pues más pronto que tarde despertará la ambición de los EEUU para hacerse con ese preciado "pastel económico" que era la colonia Filipina, siendo solo cuestión de tiempo la intervención armada y posterior desembarco económico para hacerse fácilmente con las principales riquezas del país, eso sí con mucha mejor organización y eficacia que su anterior colonizador.
Si bien es cierto que la C.G.T.F. fue, sin duda, la empresa tabaquera filipina más importante, y una de las más prestigiosas y de mayor producción a nivel internacional, no es menos cierto que a pesar del intento de quitarse competencia adquiriendo las marcas y fábricas de tabaco procedentes del Estado, no se pudo librar de una feroz lucha por el mercado interno pero sobre todo en los mercados internacionales.
La industria tabaquera filipina, era ya importante, pues según datos oficiales de 1883, en Manila funcionaban 117 fábricas de tabaco, con 6.500 operarios y 280 pequeños talleres de elaboración a domicilio con algo mas de 1.000 obreros. Por ello, cuando el decreto vio la luz, muchos proyectos de mayor o menor tamaño fueron puestos en marcha rápidamente.
El de mayor embergadura y el más documentado, sin duda, fue el liderado por Antonio López y López de Piélago, primer Marqués de Comillas, que fundó La Compañía General de Tabacos de Filipinas, siendo también su primer presidente.
La segunda fábrica de cigarros puros, por tamaño y prestigio, fue la fábrica de tabacos de Joaquín Santamarina y su marca La Insular.
También aparecieron un gran número de industrias tabaqueras más pequeñas y menos conocidas, de las cuales nos han llegado hasta nuestros días un buen número de anillas muy interesantes, raras y muy cotizadas, pero que desgraciadamente no puedo hablar mucho de ellas ni de su historia, sencilla y llanamente por falta de datos. Espero que en un futuro vayan apareciendo y se puedan publicar en esta web o en cualquier otro medio de difusión, para conocimiento de todos. Por ello, cualquier colaboración será muy bien recibida.
A título de ejemplo, cito algunas marcas emblemáticas, de sobra conocidas por los coleccionistas, como las fábricas de Rojas (de capital filipino), Inchausti (de capital español), La Oriente (de capital extranjero), La Insular, La Yébana, Germinal, importante tabaquera filipina comandada por su fundador el Dr. Ariston Bautista y Lim, que fue director de la Sociedad Médica de Filipinas y ejecutivo de varias organizaciones benéficas, La Perla del Oriente, La Rosa Filipina, La Alhambra, La Flor de Intal, La Flor de Rizal, María Cristina, La Constancia, La Hermosa, La Luneta, La Giralda, La Minerva, La Princesa Filipina, y un largo etc.
Aporto también una interesante recopilación de fabricantes y marcas de tabaco filipinas (a la derecha) a partir de dos artículos publicados por eminentes vitólfilos en la revista de la Asociación Vitolfílica A.V.E. para su divulgación entre todos los aficionados. Como estos estudios se realizaron hace ya bastantes años, sin duda sería necesario una profunda actualización.
Enfocando sobre las anillas de marcas filipinas, comentar que tienen fama de ser difíciles de encontrar, debido a su rareza y escasez. La calidad puede variar, como en todo, pero en general las anillas filipinas antiguas (1890-1920), tienen gran calidad litográfica y son realmente cotizadas y apreciadas por los vitólfilos experimentados.
Cuando contemplo mi humilde colección de anillas filipinas siempre me acuerdo del compañero José Ramón Pascual Marzal q.e.p.d., gran coleccionista y mejor persona, que siempre estuvo realmente enamorado del vitolario filipino y del mexicano, publicando artículos de investigación en la revista A.V.E. con contenidos realmente interesantes.
A título de ilustración, incluyo algunas imágenes con vitolas de marcas filipinas, poniendo especial énfasis en dos piezas de especial calidad, y muy raras ambas:
- Un Napoleón de la marca La Rosa Filipina (a la izquierda, la primera)
- Una vitola gigante de la marca La Perla de Oriente, de una belleza y calidad litográfica realmente excepcionales, en mi opinión difícilmente superable, una joya.
fuentes de informaciÓn. (*)
(*1) El Tabaco Filipino, Autor: Carlos Recur. 1880
(*2) El arriendo de los tabacos filipinos. Autor: Juan García de Torres. 1881
(*3) Vara castellana de Burgos, de 36 pulgadas o 3 pies, equivale a 0.8356 m. Es llamada “de Burgos” porque el patrón se conservaba en el Archivo de esta ciudad. El pié de esta vara tiene 12 pulgadas y equivale a 0.27. Una pulgada de Burgos, por tanto, equivaldría a 23,16 mm.
(*4) Memoria sobre el tabaco de Filipinas. Autor Francisco Mosquera y García. 1880
(*5) Sucinta memoria que contiene el estado actual de las Islas Filipinas. Valladolid, 1838. Firmado: por un verdadero español
(*6) Filipinas, la colonia más peculiar: La hacienda pública en la definición de la política colonial, 1762-1868. Autor: Josep Mª Fradera. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
(*7) El tabaco estancado en Filipinas. Documentos para la historia de esta renta - Informe del periódico de Manila “La Oceanía Española” – 1883
(*8) Del desestanco del tabaco a la puesta en marcha de la Compañía General de Tabacos de Filipinas (1879-1890) - Martín Rodrigo y Alharilla
(*9) Instrucciones Generales de La Renta del Tabaco en las Islas Filipinas. Editadas por Cayetano Julián Enriquez en 1829 - B.N.E. Edición digital.
(*10) Álbum de fotografías antiguas sobre Filipinas, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Digital Hispánica. Foto nº 43.
(*11) La Compañía General de Tabacos de Filipinas 1881- 1981. Autor: Emili Giralt i Raventós 1927-2008
(*12) Wikipedia
(*13) Listados de marcas filipinas Revista A.V.E. Nº 100 Pag. 9 (año 1966): Artículo de D. Juan Lecha Pomar y Revista A.V.E. Nº 139 Pag. 31 (año 1972): Artículo de D. Alfredo García Paladini.
(*14) Grabado publicado en la de la revista "La Ilustración Española y Americana". 1886.
(*15) Colección del autor.
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